sábado, 16 de junio de 2007

Maras: la criminalidad tribal que viene

La Casa de América, en Madrid, acaba de acojer una interesantísima exposición fotográfica sobre el fenómeno de las Maras salvadoreñas, un particular sistemas de "pandillas" exportado desde el Salvador a otros países, y directamente relacionado con diferentes formas de criminalidad. Con frecuencia entrelazada a un complejo entramado de creencias esotérico-religiosas.

La exposición "Maras. La cultura de la violencia", de la fotógrafa barcelonesa Isabel Muñoz, a contado con 60 imágenes realizadas en las cárceles salvadoreñas, en contacto directo con presos que le han contado sus historias personales a través de las marcas en su piel tatuada. Esos tatuajes son un sello de identidad intrínseco a las maras.

Desde el punto de vista de la criminalidad asociada a las creencias religiosas, y a los flujos de inmigración ilegal, el fenómeno de las maras, como cualquier otro aspecto de las bandas y tribus urbanas que comienzan a llegar a Europa desde Latinoamérica, merece una atención criminológica urgente.
¿Pero que son las maras?
"'Mara' es el sinónimo salvadoreño de pandilla delictiva juvenil. Se utiliza de manera común como parte de la transculturación que tiene como punto de partida la migración masiva de personas iniciada en la década de 1970, cuando las condiciones de perenne exclusión del modelo económico y social impulsado por los distintos gobiernos de la época, se agravan por la inseguridad ciudadana, la cual es motivada por la represión ejercida desde el ejército, la policía, otros cuerpos militares y paramilitares (escuadrones de la muerte).

El retorno al país de enormes cantidades de migrantes deportados desde México y Estados Unidos, transfiere las condiciones para recrear en el plano nacional, aquellas condiciones de marginalidad, violencia, delincuencia y supervivencia, aprendidas y desarrolladas por los deportados en los distintos lugares en los cuales lograron su estadía. A ello se agregan los jóvenes de sectores sociales marginados, que son mayoría en El Salvador, conformando una amenaza social por la eventual violencia con la que actúan tanto hacia afuera como hacia adentro de estos grupos.
Básicamente se conforman dos grandes pandillas que se conocen como:

- La Mara 18, en alusión a la calle 18 de Los Angeles (California) donde se asentaron agrupaciones que desarrollaron gran rivalidad a través de su historia.

Con el aumento de personas que retornaban diariamente, el fenómeno social se hizo no sólo nacional sino también regional, de forma que hacia los (inicios del siglo XXI), en casi en todo Centroamérica se conoce como "Maras" a las agrupaciones juveniles principalmente, ya sean de tipo delictivo, de crimen organizado o simples reuniones de vecinos jóvenes con algo en común.

De manera adicional el fenómeno se agrava a partir de la introducción de drogas de amplio consumo como el crack, marihuana, pegamento para zapateros o inhalantes, heroína y otras, las que son comercializadas y consumidas en el país por estos grupos de pandilleros.

Ante ello los gobiernos han explotado políticamente la situación, haciendo ofertas electorales que establecen planes para luchar contra la Mara, en forma de plan mano dura, con lo que agregan otro tipo de violencia a la que ya existe socialmente en El Salvador, cuyos componentes principales son de tipo represivo tanto en el ámbito legal, policial y penitenciario.

El tratamiento del tema es muy complejo y no tiene una solución sencilla, pues tiene a la base la creciente exclusión que sufre una enorme cantidad de personas, sin oportunidades de trabajo, educación, salud y desarrollo.

El crecimiento de las maras tiene como contraparte el aumento de las remesas que envían los centroamericanos que viven en el exterior, que a la fecha se ha convertido en el principal flujo económico que sostiene las economías locales, desplazando los principales productos de exportación de esa contribución al producto del país.

También son conocidos por emigrar a EEUU y seguir las actividades delictivas en otros paises por inadaptación y falta de educación, además de querer lograr el sueño americano, en varios paises se lleva a cabo una ola de programas de readaptación social impulsada entre otros por antiguos miembros de dichas pandillas y su ingreso a eventos culturales y deportivos para salvarlos de ese mundo violento en el que viven y lograr la paz social y contribuir con el crecimiento y desarrollo de la sociedad en la que viven."

miércoles, 13 de junio de 2007

Una mirada de esperanza en el caso Madeleine

La familia de Madeleine McCann cree que esta nueva fotografía de su hija de cuatro años puede ser vital en su búsqueda.

La foto de la chiquilla permite ver claramente un rasgo característico en su ojo derecho. Es una caracteristica distintiva para reconocer a Madeleine por aquellos que la busquen, según sus tios John y Diane McCann.
La pareja de Glasgow tratará de repartir tan lejos como puedan el cartel con la descripcion que incluye el telefono de las fuerzas de seguridad.
La Sra. McCann dijo: "La intención del cartel es resaltar la caracteristica especial del ojo de Madeleine.? "Queremos remarcarlo mucho, porque sabemos que le podrian cortar o teñir el pelo." El Sr McCann añadió: "El cartel fue diseñado por un amigo de la familia y he empezado a enviarlo por correo a conocidos en distintas partes del mundo. Le pido a la gente que lo hagan circular y que se vea."
Portuguese Police on 00351 282 405 400
Crimestoppers on 0800 555 111

Informacion actualizada sobre el caso en: http://www.jmnoticias.com/index.php?action=fullnews&id=238

jueves, 7 de junio de 2007

Asesinos a sueldo: los profesionales del crimen

Crimen organizádo
En el negocio del sicariato, existe un tipo de asesino cuyo perfil es tal vez el más desconocido e intrigante, al que el cine ha mitificado retratándolo como un personaje frío, calculador e inalterable que nunca comete un error por complicado que sea su objetivo. Son los asesinos a sueldo profesionales, verdaderos expertos en armas entrenados para matar, que hacen trabajos limpios y raramente dejan huellas. Son más que simples delincuentes con un contrato de trabajo, digamos que son algo así como la “élite” del crimen.

Sin embargo, a los ojos de cualquiera son personas normales con una vida privada como todo el mundo, ya que en su entorno procuran pasar lo más desapercibidos posible. No destacan en nada. Generalmente son personas jóvenes de entre 30 y 45 años, tienen una familia, amigos, vecinos, gente a su alrededor que están convencidos que él es un empresario absorto por su trabajo, que en el momento que menos se lo espera recibe un aviso para irse de viaje a cualquier lugar porque debe asistir a una reunión con un cliente, y que en una semana más o menos, cuando cierre el negocio que se traen entre manos, volverá para seguir su vida de todos los días como un tipo corriente.

Todos coinciden en que el anonimato es la verdadera clave de su éxito. Nada les proporciona tanta independencia como ser una persona “gris” y poder pasear por la calle distendidamente, disfrutando de todos los periodos de descanso con la absoluta certeza que nadie sabe quien es ni a que se dedica. Para ellos el hecho de tener una cobertura que camufle su identidad les proporciona la seguridad de poder llevar una vida absolutamente ordinaria.

Sin embargo, muchos discrepan en cuanto a los verdaderos motivos de porque han elegido dedicarse a esta actividad, que no dudan en calificar de “oficio”. Alberto, asesino a sueldo profesional, confesaba que jamás ha matado a nadie por el “placer” de matar, pero reconoce que eso va con la ética y la disciplina de cada uno como profesional. Dice que él solo asesina por interés, que es una cuestión de negocios y solo busca un beneficio económico. Lo mismo opina Martín Benítez, un sicario mexicano que cortaba la cabeza de sus víctimas para mostrarlas como prueba de que había cumplido con el encargo. Cuando fue detenido por la policía, les dijo sin inmutarse apenas: “Si no lo hubiese hecho yo, lo habría hecho otro. Y por esto me pagaban mejor que como peón”.

Sin embargo Joel, sicario estadounidense, escribía en su autobiografía que él lo hacía más por prestigio que por dinero: “Después de mi primer contrato tuve conciencia de que yo era un individuo completo. Una fuerza a considerar. Un montón de gente que me había desdeñado, mirándome como a un mocoso listo, me hablaba ahora con otro tono. El trabajillo me aportó 5.000 dólares”. También el matón de la Mafia siciliana Luigi Ronsisvalle alegaba que sus razones eran ante todo éticas: “El hombre de honor no anda por ahí robando y matando por dinero. El hombre de honor mata por una razón, para ayudar a la gente”. Él escogía a sus clientes cuando consideraba que el caso valía la pena y aseguraba que siempre se mantuvo alejado de temas de narcotráfico, por que decía que la droga no valía más que para matar a muchos inocentes. De hecho, en varias ocasiones se negó a ayudar a otros mafiosos, entre ellos a Michele Sindona, que en su momento le ofreció la cantidad de cien mil dólares por librarlo del fiscal que estaba investigando sus finanzas.

La clientela del asesino a sueldo profesional, fuera del mundo de las Mafias y del narcotráfico, suelen ser personas con un nivel adquisitivo bastante elevado, porque los precios que llegan a reclamar éstos por un servicio pueden elevarse a cantidades desorbitadas (según informaciones obtenidas, dependiendo de la posición de la víctima y la complicación del encargo, podríamos estar hablando de hasta trescientos y seiscientos mil euros). El motivo, como veremos más adelante, es que el proceso de un asesinato por encargo no solo consiste en localizar a su objetivo y matarlo. A veces el sicario debe salir al extranjero, desplazarse y realizar varios seguimientos a la víctima para estudiar sus costumbres, sobornar a personas para que le faciliten datos sobre ésta, conseguir armas en el mercado negro, procurarse otra identidad haciéndose con documentación falsa, etc. Estos gastos a mayores también irán incluidos en la factura final, por no hablar de los elevados honorarios del propio asesino, que suelen estar lejos del alcance de cualquier persona de clase media.

De cualquier manera, seguro que este tipo de clientes cuando se deciden a contratar los servicios de un profesional, es porque les compensa más para sus propios negocios e intereses desembolsar una importante suma de dinero y pagar a un individuo para que les solucione un problema que consideran importante, que lo que les hubiese supuesto dejar a la víctima en cuestión con vida. Y desde luego, no escatimarán en gastos ante la tranquilidad de saber que el trabajo está realizado con total perfección por alguien que sabe lo que hace, porque no pueden arriesgarse a contratar a cualquier aficionado que no sepa ser discreto con el asunto y que les delate a la mínima de cambio en caso de ser detenido, o que no haya sabido borrar su rastro en el lugar del crimen y finalmente la policía sospeche del verdadero móvil del asesinato, lo que provocaría que comenzasen a investigar a los posibles enemigos de la víctima…

Estos precios millonarios varían mucho dependiendo de la nacionalidad del sicario, por muy sorprendente que pueda parecer. Un trabajo que un profesional europeo acepta por varios miles de euros, un sicario colombiano o del este de Europa estaría dispuesto a realizarlo por muchísimo menos dinero. A pesar de eso, lo que en el fondo busca un cliente adinerado es contratar a un sicario fiel que no le vaya a delatar si la cosa se pone fea, que tenga una buena experiencia y que haga bien su trabajo, para no tener que lamentar el haber realizado un mal negocio que le podría costar mucho más que el dinero que ha pagado por él.

Y es que como decía anteriormente, el trabajo que realiza un asesino especialista suele ser bastante laborioso y va mucho más allá que el simple crimen a sangre fría que imaginamos. En el fondo, como revelaba uno de ellos en una entrevista, su trabajo es en cierta manera semejante al de un actor que representa un papel en el que debe ir improvisando su actuación sobre la marcha, porque cada encargo es muy diferente del anterior, y aunque inicialmente puede haber consolidado un plan a la perfección en la teoría, a la hora de la verdad cualquier detalle puede hacerlo cambiar en cuestión de segundos y por eso debe estar preparado para cualquier tipo de situación. Debe saber jugar con su apariencia física para no llamar demasiado la atención en el entorno, tal vez disfrazarse, cambiar por completo su aspecto físico, jugar un rol aparentando una conducta diferente a su personalidad, mezclarse con el ambiente que rodea a la víctima y a la vez pasar completamente desapercibido para evitar que algún testigo haga notar su presencia a la policía una vez cometido el asesinato.

Lo más importante para el sicario a la hora de la verdad es hacer una amplia y minuciosa investigación sobre el objetivo para conocerlo como si fuese él mismo. Para ello realizará una vigilancia permanente para conocer sus rutas habituales y aquellas otras menos utilizadas, sus horarios de trabajo y actividades, su familia y amistades que frecuenta, sus costumbres, sus aficiones, etc. Esta fase es la que le llevará más tiempo y pondrá a prueba su paciencia, porque a veces, si la persona se mueve en un entorno de difícil acceso o si por ejemplo dispone de guardaespaldas a su alrededor, puede que se prolongue hasta varios meses. Lo que le mueve a observar y conocer en profundidad los patrones de conducta de su futura víctima, es simplemente el discurrir la manera en cómo cometerá el crimen para que la policía no sospeche de que se trata de un asesinato por encargo, y de esta manera proteger a su cliente, que es la verdadera finalidad de su trabajo.

Digamos que si estudiando detenidamente a la persona, observa que a veces frecuenta un determinado bar solitario del que sale a altas horas de la madrugada, posiblemente un día ésta aparezca muerta en un callejón próximo con varios navajazos, varios golpes en el cuerpo, con la ropa desgarrada, sin el reloj ni la cartera, y con la documentación esparcida por el suelo. Cuando encuentren el cadáver aceptarán que unos asaltantes le han abordado, que como el hombre habrá ofrecido una cierta resistencia y se habrá negado en darles el dinero, se habrán enzarzado en una pelea que ha terminado a golpe de cuchillo. Y si aún encima el sicario ha sido lo suficientemente laborioso como para dejar pistas falsas que incriminen a cualquier delincuente habitual conocido en el barrio, ya lo borda. O si por ejemplo percibe que su futura víctima está pasando por un mal momento en su vida sentimental porque su pareja acaba de poner fin a la relación que mantenían desde hacía tiempo, y esto le ha sumido en un ligero estado de desánimo, cualquier día puede aparecer muerto de una sobredosis de antidepresivos, rodeado de una botella vacía de su bebida alcohólica favorita y de todas las fotos que tenía en compañía de su amada. En casos determinados, lo importante no solo es acabar con la vida de la víctima, sino más que nada disimular que se trata de un crimen, para que las sospechas nunca puedan recaer sobre la persona que ha contratado sus servicios, aunque para ello tengan que echar mano de un chivo expiatorio sobre el que hacer recaer la responsabilidad del homicidio.

Como ven, se trata de verdaderos profesionales del crimen, con mucha astucia, imaginación y recursos, pero escasos escrúpulos. Tal vez esta es la explicación de porqué es tan difícil seguir el rastro de un auténtico sicario, pues en muchas ocasiones un hecho de esta índole pasará desapercibido por los agentes de homicidios, y lo que es un crimen premeditado, será visto como un suicidio, un accidente doméstico, una muerte natural o un desafortunado incidente.

Para Marco Morales, jefe de la Policía Judicial de Guayas, (Ecuador), acostumbrado a la investigación de todo tipo de crímenes, asegura que son las situaciones más frustrantes de su larga carrera profesional en la Brigada de homicidios, y para él la actividad que llevan a cabo estos asesinos es una de las más repudiadas que puede existir, puesto que los ejecutores no parecen tener valores morales ni humanos: “En Ecuador, aunque los casos de sicariato no han sido, felizmente, demasiado numerosos, las pocas experiencias son traumatizantes. A cambio de unas monedas son capaces de quitar la vida a una persona cualquiera, sin hacer distinción en si la víctima es una padre de familia, una mujer, un anciano o un niño, y sin más reparos que asegurarse el cobro del dinero que han acordado una vez han terminado con el trabajo”, dice. “Planifican asesinatos de cualquier índole, tanto en viviendas, edificios de alta seguridad y hasta lugares públicos, circunstancia que los diferencia de los asesinos simples, porque alimentan su mente con la satisfacción de matar o cumplir una venganza”.

El oficial está convencido que una buena parte de los que matan por encargo son verdaderos profesionales que entrenan regularmente en parajes solitarios lejos del alcance de las miradas indiscretas, y por la destreza que muestran con el manejo de armas no descarta que muchos de los que se encuentran actuando libremente por el país sean miembros de instituciones armadas, como militares adiestrados y policías veteranos, que se han dado de baja en sus respectivos puestos para dedicarse al negocio privado, que sin duda es más arriesgado pero también mucho más rentable para sus bolsillos.

En su país este tipo de crímenes todavía son hechos aislados, al igual que en España, aunque él tampoco se arriesga a dar una cifra concreta porque ni siquiera existe un registro en los archivos oficiales, y eso se debe a que apenas dejan rastros tras de sí o dejan cantidad de pistas falsas que hace que resulte muy complicado, y a veces imposible, seguirles el rastro.

Él mismo, junto con los agentes que forman su equipo, cuando creen que pueden estar ante un caso de sicariato evidente, tienen como costumbre plantearse tres preguntas que normalmente les suelen guiar. La primera es acerca de la forma de la muerte de la víctima: si la persona ha sido ejecutada con arma de fuego y tiene tres o más orificios de bala, es muy probable que se trate de un sicario, puesto que en muchas ocasiones, cuando utilizan este tipo de métodos, se aseguran de rematar a la persona para que no tenga opción a salvar su vida de ninguna de las maneras. La segunda, que es bastante determinante es, sobre qué órganos vitales han impactado los proyectiles, ya que los especialistas siempre apuntan a la cabeza, al pecho y al corazón para asegurar la muerte. La tercera cosa que se preguntan es qué motivaciones se esconden detrás del crimen, un puzzle cuyas piezas deberán ir encajando con el tiempo, una vez que estudien el perfil de la víctima y comprueben si estaba metido en asuntos turbios, si tenía enemigos, si lideraba un negocio cuyo buen funcionamiento preocupaba a un rival, si era infiel a su esposa, y un largo etcétera de posibilidades.

Pili Abeijón
Criminóloga

domingo, 3 de junio de 2007

Museo de Antropologia Forense "Reverte Coma": Cursos, exposiciones y prácticas

Criminalística

En la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madríd se encuentra uno de los mayores tesoros de la historia de la medicina legal española, el Museo de Antropología Forense del Dr. Reverte Coma.

El autor de libros como “La Maldición de los Faraones”, “De la macumba al vudú”, “El enigma de los magnicidios”, etc, es además médico, antropólogo forense, biólogo, geólogo y etnobotánico. El Dr. Reverte ha sabido reunir en un mismo enclave, piezas extraordinarias de la historia policial y penitenciaria española, así como joyas de la medicina y antropología forense que ha ido reuniendo en sus viajes por los cinco continentes.

Cualquier visitante que decida acercarse a la Facultad de Medicina de la Complutense, podrá encontrarse con sorprendentes “piezas” incautadas a los presos de diferentes cárceles españolas, absolutamente sorprendentes. Y a la vez altamente ilustrativos en lo referente a la psicología de los reos. En las primeras vitrinas del Museo de Antropología Forense podemos observar todo tipo de objetos, desde cuchillos y punzones fabricados con simples tenedores, alambres o trozos de madera, hasta pistolas hechas con cañerías de plomo, o de madera.

El museo recoge también una nutrida muestra de los elementos ideados por los presos para intentar todo tipo de fugas, a cuan más ingenioso. De esta forma podemos observar cuerdas hecha con trozos de sábana trenzada, linternas frontales fabricadas expresamente para trabajar dentro de túneles de fugas, e incluso una cabeza humana fabricada con miga de pan, que era colocada por el preso en la cabecera de su litera, semicubierta por las sábanas, mientras trabajaba en un túnel para su escapatoria de la prisión.

HISTORIA POLICIAL Y PENAL

Entre otras “joyas”, que sabrán apreciar los amantes de la historia policial española, y del estudio científico de la brujería, destacan siniestras piezas de coleccionista, como un auténtico garrote vil, que a lo largo del siglo pasado sirvió como herramienta de ejecución de más de medio centenar de condenados a la pena capital, o los auténticos elementos con los que los houngan (brujos vudú) haitianos elaboran el Putré, el temido polvo con el que se crean los zombis.

El garrote vil es solo una de las piezas que el Museo de Antropología Forense de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid ha heredado de otros estamentos e instituciones. No en vano en este insólito museo se conserva, incluso, la cerradura original de la puerta principal de la Cárcel Modelo de Madrid.

Otros objetos, heredados de la Cátedra de Medicina de la Universidad van desde un oscilometro del siglo pasado, hasta primitivos aparatos para medir las crestas papilares en los lofogramas digitales. Los aficionados a la criminalística sin duda encontraran fascinante esta sección. Una sección, la de la historia policial española, presidida por un retrato del Comisario Antonio Viqueira Hinojosa. Y no demasiado lejos de ella una recostrución, a tamaño natural, de la cabeza de Francisco García Escalero, alias el “mendigo asesino”, uno de los asesinos en serie más prolíficos y sanguinarios de la moderna historia criminal española. Cuya última víctima, por cierto, fue examinada por el Dr. Reverte Coma en calidad de forense.

Y sería imposible mencionar las aportaciones del Dr. Reverte coma a la investigación criminal sin mencionar su caso más famoso, el conocido popularmente como “Los crímenes del meson del Lobo Feroz”, una investigación, considerada por el Dr. Reverte como una de las mayores colaboraciones de la medicina forense a la investigación policial, que no se cansa de relatar a todos los visitantes del museo.

“Este fue uno de los mejores casos de la medicina forense española –explica-. Se trataba de analizar los cadáveres de dos mujeres que fueron encontrados emparedados en ese mesón madrileño. Habian sido apuñaladas de la misma forma, en el corazón, pero deducimos que mueren en épocas distintas, una en agosto, por sus vestidos y por la fauna cadavérica entomológica que era propia de agosto; y otra a principios de diciembre. Las dos desnudas de cintura para abajo. Deducimos que el asesino había tenido entrenamiento previo militar por la precisión de las puñaladas, y al final se descubrió que habia sido legionario; supusimos un complejo de Edipo. Yo medí la extensión de la hoja, 25 cm que le había atravesado el homoplanto, y había dejado un molde de la hoja, de un sólo filo, era un cuchillo típico de cortar jamón en un mesón. Además la fuerza con que se habían propinado las cuchilladas era superior a lo normal, deduje que estaba bajo los efectos de algún estimulante, y se descubrió que era alcoholico. En cuanto al complejo de Edipo, no quería matar a la madre y buscaba mujeres para vengarse, mataba de siete y ocho puñaladas dos exactas en el corazón. Eso indica ensañamiento. Además, una tenía un trozo de bolsa en el mentón, y descubrí que era de un supermercado que había estado en la calle Alonso Cano 64. Fui allí y encontré una bolsa igual. Cuando la policía lo capturó se comprobó que el sospechoso coincidía con mi perfil: había sido portero de Alonso Cano 62, alcoholico, mujeriego, legionario, etc.”

Cabe destacar que, entre los cientos de cráneos humanos que alberga el museo, destacan algunas “piezas” especialmente interesantes, por haber pertenecido a famosos asesinos, como es el caso del cráneo de El Fantasia -conocido bandolero del siglo pasado-, o el cráneo de Moises Alejo, famoso asesino múltiple filipino (autor de cinco crímenes), abatido en un enfrentamiento con la policía española en la colonia filipina, y traído a España por el Dr Sanchez, maestro del Dr. Reverte y mano derecha de Cajal.

LA MAGIA EN EL MICROSCOPIO

Estos precedentes nos permiten evaluar el rigor científico con que el Dr. Reverte realiza su trabajo, por eso podemos valorar en su medida los estudios que ha realizado entorno a diferentes aspectos del curanderismo, la magia, el chamanismo y la brujería.

El Dr. Reverte ha estudiado la utilización de las plantas medicinales en todo el mundo, aprobechando que ha vivido en Java, Manila, la República Dominicana,etc. En alguno de sus libros, como “De la macumba al vudú”, examina la utilización de los potentísimos venenos de origen vegetal, por sociedades secretas haitianas, brasileñas, etc, cuyas prácticas llegaron a ser recogidas y tipificadas por los códigos penales de esos países.

Dichos venenos fueron ya utilizados por los constructores de las pirámides para proteger sus tumbas. De hecho la famosa maldición de los faraones probablemente fue un hongo de la familia de las aspergirus, que tantas muertes ha causado en los hospitales españoles ultimamente, y que se encontraba en los vendajes de momias como la de Tutankamon, causando la muerte de muchos de los que profanaron su tumba.

A sus 77 años el Dr. Reverte continua manteniendo una vida laboral activa. De hecho, hace pocos meses, fue requerido a Guatemala para colaborar en la investigación de un crimen de alta repercusión social en el país maya.

Esos continuos viajes hacen que el Museo de Antropología Forense disfrute de continuas renovaciones con nuevas piezas. Algunas, como los cráneos con trepanaciones, demuestran la pericia de los primitivos cirujanos precolombinos, que sometían a los enfermos a peligrosísimas intervenciones quirúrgicas, sobreviviendo muchos de ellos a tan insólitas operaciones.

El Dr. Reverte ha desarrollado su propio sistema de estudio de os huesos humanos, haciendo popular su frase “los muertos me hablan”, con la que pretende ilustrar como un análisis forense puede extraer mucha información, aparentemente inexistente, de cadáver de la víctima: “Yo para poder estudiar un cráneo primero lo limpio, hirviéndolo en una solución química especial, que lo consolida, hace desaparecer las partes blandas, y solo queda el hueso limpio para poder estudiarlo.”

Cabe destacar en el museo del Dr. Reverte además, la muestra de arte funerario egipcio, y la sección de chamanismo y brujería, que ofrece elementos traídos de todo el mundo. Partiendo del hecho de que las creencias sectarias pueden suponer un factor criminógeno, resulta muy instructivo observar los elementos rituales que permiten iniciarse al neófito, en los ritos de magia negra africana, vudú, etc.

En este sentido sugerimos no obviar los cráneos con los dientes tallados, característica de algunas de las sectas y sociedades secretas más peligrosas del Caribe., como los Abakua, los temidos “hombres leopardo”.

Una nutrida muestra de malformaciones genéticas, así como ejemplo se los efectos sufridos por las víctimas de la talidomina, suponen el rincón más desagradables del museo.

Pese a ello, el museo de Antropología Forense del Dr. Reverte supone un instructivo pasaporte al mundo de la muerte, y del análisis científico de la misma.

Una vez concluida la visita, cuando se disponga a abandonar el museo, evite la mirada de los famosos asesinos en serie Landrú o García Escalero “El matamendigos”, ya que sendas réplicas de sus cabezas vigilarán atentamente sus pasos por el museo...


Manuel Carballal
Vicepresidente 2º CIAC

Artículo publicado originalmente Revista Policía nº 140

sábado, 2 de junio de 2007

El Síndrome de Estocolmo

Victimología

En 1973 en la ciudad de Estocolmo, Suecia, tuvo lugar un asalto a un banco en el que los delincuentes fueron descubiertos por la policía y retuvieron a los empleados y a los clientes que habían sorprendido en el interior como rehenes durante varios días. En el transcurso de ese tiempo de negociaciones, los rehenes se identificaron con los raptores hasta tal punto que colaboraron con ellos protegiéndoles de las acciones policiales. Además, en el momento de la liberación, un periodista fotografió el instante en que una de las rehenes y uno de los captores, antes de ser él detenido, se besaban y se comprometían en matrimonio. Este hecho sirvió para bautizar como "Síndrome de Estocolmo" ciertas conductas insólitas que demuestran afecto entre los captores y sus rehenes.Quizás otro caso igual de sorprendente fue el de Patricia Hearst, hija del magnate de la prensa norteamericana Randolph Hearst, secuestrada a principios de 1974 por el Ejército de Liberación Simbionés. La joven terminó enamorándose de uno de los secuestradores y se unió al grupo de revolucionarios, participando en atracos armados, hasta que fue capturada y sentenciada, aunque el presidente Jimmy Carter la indultó posteriormente.

Desde el punto de vista psicológico, las reacciones de este tipo están consideradas como una de las múltiples respuestas emocionales que puede presentar el secuestrado a raíz de la vulnerabilidad y extrema indefensión que produce el cautiverio, y aunque es una respuesta poco usual, es importante entenderla y saber cuándo se presenta y cuándo no, porque el fenómeno ha sido tan tergiversado, que se ha llegado a pensar que es una "enfermedad" que padecen todas las personas que atraviesan por una situación de cautiverio. Además, con frecuencia se convierte en una de las mayores preocupaciones expresadas por los familiares de los secuestrados después de la liberación. Tanto el ex rehén como sus allegados se preguntan con temor si algunos de los sentimientos de gratitud y aprecio hacia sus captores, forman parte de la sintomatología del síndrome y se suele creer, equivocadamente, que la persona lo está padeciendo, considerándola "enferma".

En realidad, según los expertos en psiquiatría, "el llamado síndrome de Estocolmo sólo se presenta cuando la persona se identifica inconscientemente con su agresor, ya sea asumiendo la responsabilidad de la agresión de que es objeto, ya sea imitando física o moralmente la persona del agresor, o adoptando ciertos símbolos de poder que lo caracterizan". Cuando alguien es retenido contra su voluntad y permanece por un tiempo en condiciones de aislamiento y sólo se encuentra en compañía de sus captores puede desarrollar, para sobrevivir, una corriente afectiva hacia ellos. Esta corriente se puede establecer, bien como nexo consciente y voluntario por parte de la víctima para obtener cierto dominio de la situación o algunos beneficios de sus captores, o bien como un mecanismo inconsciente que ayuda a la persona a negar y no sentir la amenaza de la situación o la agresión de los secuestradores.
En esta última situación se está hablando de Síndrome de Estocolmo. Lo que se observa en la mayoría de los casos es una especie de gratitud consciente hacia los secuestradores, tanto en los familiares como en los individuos. Agradecen el hecho de haberlos dejado salir con vida, sanos y salvos y a veces recuerdan - sobre todo en las primeras semanas posteriores al regreso - a quienes fueron considerados durante ese trance o tuvieron gestos de compasión y ayuda. Es comprensible, bajo estas circunstancias que cualquier acto amable de los captores pueda ser recibido con un componente de gratitud y alivio. El secuestrado vive traumáticamente una situación de impotencia, al no poder responder a la agresión de que es objeto, pues lo más natural en el comportamiento, es que si a uno lo atacan que responda al atacante. Si no se puede, si se está imposibilitado de responder con la agresión mínima indispensable para mantener el equilibrio, y se tiene que suprimir o reprimir esa agresión, ella se acumula y va dirigida contra uno mismo. El síndrome de Estocolmo sería entonces una suerte de mecanismo de defensa inconsciente del secuestrado, que no puede responder la agresión de los secuestradores y que se defiende también de la posibilidad de sufrir un shock emocional. Así, se produce una identificación con el agresor, un vínculo en el sentido de que el secuestrado empieza a tener sentimientos de identificación, de simpatía, de agrado por su secuestrador.

El psicólogo Emilio Meluk presentó a finales de los años noventa los resultados de una investigación sobre los efectos psicológicos del secuestro en sus víctimas, que lleva por título "El Secuestro, una muerte suspendida", en el que se centraba en las experiencias vividas por ochenta ex secuestrados después de su liberación y un número similar de familias. Sus conclusiones revelaron que la expectativa por saber si padecen el Síndrome de Estocolmo, es una de las preocupaciones más expresadas por parte de los ex secuestrados después de la liberación. Se preguntan, reiteradamente, si algunos de sus comportamientos durante el cautiverio, y después de haber sido liberados, corresponden a esta secuela del secuestro. Lo expresan con signos claros de temor y remordimiento, como si de haberse presentado en ellos significara haber sido débiles o deshonestos.

Hay que aclarar de nuevo, que el Síndrome de Estocolmo es simplemente algo que la víctima de un secuestro percibe, siente y cree que es razonable que sea de esa manera, sin darle mayor relevancia a la identificación misma ni sentirla como tal. Solamente los que lo ven desde fuera podrían encontrar irracional el que la víctima defienda o adopte actitudes para disculpar a los secuestradores y justificar los motivos que tuvieron para secuestrarlo. Para que se pueda desarrollar el Síndrome de Estocolmo los expertos del tema aseguran que es necesario que el secuestrado no se sienta agredido, violentado ni maltratado. De lo contrario, el trato negativo se transforma en una barrera defensiva contra la posibilidad de identificarse con sus captores y aceptar que hay algo bueno y positivo en ellos y sus propósitos. Si los ex secuestrados califican las condiciones de secuestro y el trato recibido como deleznable, impiden el desarrollo del Síndrome. En un secuestro, los intentos de manipulación son frecuentes, en casi todos los casos los secuestrados fingen para poder sobrevivir. Esto se ve más claramente al comparar la actitud que tienen con sus secuestradores durante el cautiverio y la forma como se refieren a ellos una vez libres. Mientras estaban presos pudieron tener actitudes amigables, sin embargo una vez fuera del riesgo de morir, se refieren a ellos de un modo negativo y con rencor, lo cual señala que lo expresado en cautiverio no es una identificación con los agresores sino un anhelo de sobrevivir. La esperanza de vivir no solamente se expresa en los comportamientos y actitudes condescendientes. Algunos recuren a la simulación de enfermedades o a la dramatización de algunas ya existentes, con el objeto de manipular a sus secuestradores para lograr un trato más considerado, o simplemente para sentir que tienen algún control sobre la situación, y sobre ellos. Fingir un infarto, un ataque epiléptico o exagerar una deformación física es frecuente. En últimas, cuando el secuestrado logra el objetivo de poner en su favor algunos sentimientos de los secuestradores y obtiene respuesta que los benefician de esa manera, conjura la posibilidad de morir durante el cautiverio o aproxima la probabilidad de obtener la liberación.

Volviendo al trabajo de Meluk, también señala que ha podido destacar, en las narraciones de algunos ex secuestrados, una especie de gratitud hacia los secuestradores, como si quisieran agradecerles el haberlos colocado en una situación que les permitió reestructurar su personalidad y su sistema de valores, pero ninguna de las víctimas de secuestro analizadas aquí se auto responsabilizan de él, ni justifican los propósitos de la organización que los secuestró, ni los defiende públicamente. El no presentarse el Síndrome de Estocolmo indica que hay en los ex secuestrados conciencia del daño y de la agresión de que son objeto durante el cautiverio, que lo objetivan en los secuestradores y no e sí mismos y que rechazan asumir como propias las razones que llevan a su secuestro. En definitiva, para detectar y diagnosticar el síndrome de Estocolmo, se hacen necesarias dos condiciones, por un lado, que la persona haya asumido inconscientemente una notable identificación en las actitudes, comportamientos o modos de pensar de los captores, casi como si fueran suyos, y por otro, que las manifestaciones iniciales de agradecimiento y aprecio se prolonguen a lo largo del tiempo, aún cuando la persona ya se encuentra integrada a sus rutinas habituales y haya interiorizado la finalización del cautiverio.

SÍNDROME DE ESTOCOLMO EN LAS MUJERES MALTRATADAS
Dejando por un momento el tema del secuestro, hay que mencionar una interesante hipótesis que se barajó durante el congreso de la International Society for Research on Aggression celebrado en Valencia en junio del año 2000, tratando el tema de los malos tratos domésticos. Por los estudios que se han estado realizando, los expertos han podido llegar a la conclusión que la mujer que es agredida por su pareja, termina por sufrir una serie de reacciones psicofisiológicas que suponen una variante del Síndrome de Estocolmo clásico, denominado en este caso "síndrome de Estocolmo doméstico".

Al tiempo que varios son los factores que han contribuido a que el fenómeno se exponga a la luz pública denunciado por la mujer, diversos son también los elementos que ayudan a que el silencio de la víctima sea un obstáculo en la búsqueda de vías de solución para numerosos casos de violencia contra las mujeres. Entre los elementos que mantienen a la mujer en silencio sobre el maltrato que está sufriendo, se pueden contar diversos procesos paralizantes relacionados y generados por el miedo, la percepción de una ausencia de vías de escape o salida por parte de la víctima, y la carencia de recursos alternativos. Estas mujeres parecen incapaces de denunciar a sus agresores, con quienes siguen conviviendo, y mucho menos de abandonar la relación. Por otra parte, otro tipo de mujeres, de perfil social considerado más independiente, y aquellas otras de dependencia más ligada a un núcleo familiar del tipo que sea, comparten la reacción paradójica de desarrollar un vínculo afectivo todavía más fuerte con sus agresores, defendiendo sus razones, retirando denuncias policiales cuando han tenido un momento de lucidez y las han presentado, o deteniendo procesos judiciales en marcha al declarar a favor de sus agresores antes de que sean condenados. Aquí, el síndrome de Estocolmo doméstico sería descrito como un vínculo interpersonal de protección, construido entre la víctima y su agresor, en el marco de un ambiente traumático. La víctima sometida a maltrato desarrollaría el síndrome para proteger su propia integridad psicológica, en un proceso que abarcaría cuatro fases: desencadenante, reorientación, afrontamiento y adaptación.

En la fase desencadenante, las primeras palizas propinadas por el esposo romperían el espacio de seguridad previamente construido por la pareja sobre la base de una relación afectiva, espacio donde la mujer había depositado su confianza y expectativas: esta ruptura desencadenaría en la víctima un patrón general de desorientación, una pérdida de referentes, reacciones de estrés e, incluso, depresión. En la fase de reorientación, la mujer busca nuevos referentes de futuro y trata de efectuar un reordenamiento de sus esquemas mentales para evitar el desacuerdo entre su compromiso con la pareja y la realidad traumática que está viviendo. La mujer se autoinculpa de la situación y entra en un estado de indefensión y resistencia pasiva, llegando así a una fase de afrontamiento, donde asume el modelo mental de su esposo y busca vías de protección de su integridad psicológica, tratando de manejar la situación traumática. En la última fase de adaptación, la mujer proyecta parte de la culpa al exterior, hacia otros, y el síndrome de Estocolmo doméstico se consolida a través de un proceso de identificación del esposo acerca de la situación vivida en el hogar y sobre las relaciones causales que la han originado.

Esta serie de fases serían las responsables del efecto paradójico encontrado en muchas mujeres que sufren maltrato en sus hogares, según el cual las víctimas defenderían a sus agresores como si la conducta agresiva que exhiben hacia ellas fuera el producto de una sociedad injusta, y estos mismos esposos fueran víctimas de un entorno que los empujara irremediablemente a ser violentos. Las mujeres maltratadas retardarían indefinidamente la denuncia de la situación a las autoridades, observándose una gran proporción de casos de agresión en este ámbito que no salen del entorno donde se producen por la incapacidad de la víctima de denunciar los hechos. Incluso en numerosas de estas ocasiones, las denuncias por vía penal presentadas ante la autoridad judicial o policial son retiradas por las propias víctimas antes de que se traduzcan en sanciones efectivas para los agresores, creándose un círculo vicioso que mantiene las agresiones y sume a la víctima en un progresivo estado de deterioro personal.

En cualquiera de las variantes del síndrome de Estocolmo, bien sea por secuestro o por padecimiento de violencia doméstica, es muy importante que no sólo la persona agredida sino su familia puedan reconocer lo que les está sucediendo y entiendan tanto emocional como racionalmente cuales son las posibles reacciones, que surgen como respuestas a un evento traumático. Así, una vez que se entiende el porqué de ese comportamiento extraño como algo normal, puede ser comprendido y superado fácilmente con la ayuda de un profesional.
Pili Abeijón
Criminóloga

viernes, 1 de junio de 2007

Robert Ressler: “En bandas como ETA podemos encontrar psicópatas y asesinos en serie”

El término “asesino en serie” fue ideado por Robert Ressler, ex agente del FBI que se había especializado en al análisis de los homicidas múltiples y reincidentes. Ex coronel del Ejercito norteamericano, y experto en negociación de reenes, Ressler se hizo famoso cuando decidió, saltándose los conductos oficiales, entrevistarse con algunos de los asesinos múltiples condenados en las prisiones norteamericanas, para intentar comprender sus psicologías, y motivaciones para matar. De esta forma, el agente del FBI, extraoficialmente, visitó a homicidas como Charles Manson, Jefrey Dahmer, Ed Kemper, David Berkowitz, repetidamente, conversando con ellos durante horas para intentar comprender la mente criminal.

El Coronel Ressler, que ha asesorado películas como "El Silencio de los Corderos", "Copycat" o "Expediente X", sirvió como inspiración del ficticio agente Mulder. Autor de varios libros sobre perfiles criminales, su obra “El que lucha con monstruos” en un clásico entre los analistas de los asesinos en serie.

Robert Ressler fue uno de los principales impulsores del programa VICAP del FBI, y de la técnica del perfilado criminal, y aún ahora, jubilado, es reclamado por las policías de todo el mundo como perito y asesor. Durante su última visita a España, para participar en un congreso sobre psicópatas homicidas, recibió el diploma como socio honorífico del Centro de Investigación y Análisis de la Criminalidad (CIAC), y tuvimos la oportunidad de realizar esta entrevista para las revistas técnicas Policía y Guardia Civil.

MC: Si se considera un asesino en serie al autor de más de tres crímenes, con un espacio de tiempo entre uno y otro, y sin conocer directamente a las víctimas… ¿No sería correcto definir a los terroristas como asesinos en serie?
RR: Sí, seria correcto. De hecho en bandas como el IRA, o la española ETA, podemos encontrar muchos psicópatas, aunque no en los puestos de mando, sino entre los ejecutores directos de los asesinatos. Disfrutan al disparar o al colocar bombas, y no son los enfermos mentales, son completamente imputables.

MC: En sus estudios, en el FBI, enunció tres características que se repetían en la infancia de los asesinos en serie que usted entrevistó: piromanía, crueldad con los animales y enuresis… ¿existen estudios similares en Europa?
RR: Esas tres características se dan en la mayoría de los serial killers norteamericanos, pero ignoro si se han hecho estudios en los asesinos en serie europeos que reflejen esas características también en su infancia.

MC: Recomienda a la policía española una iniciativa como la del VICAP, entrevistando a seriales condenados, para asi aprender a comprender su psicología y sus móviles?
RR: Sí, por supuesto. Sería muy útil. Porque la enfermedad mental, como la física, es igual en Estados Unidos que en cualquier otro lugar del mundo.
ASESINOS SERIALES Y PENSAMIENTO MAGICO

MC: El primer capítulo de su primer libro describe el caso de Richard Chase, que al igual que el español Blanco Romasanta bebía la sangre y comía la carne de sus víctimas... ¿Ha conocido muchos asesinos que matasen para beber la sangre o comer la carne de sus víctimas como los vampiros?
RR: Sí, unos cuantos. Aunque no es algo demasiado habitual. Pero ahora recuerdo, por ejemplo a Jefrey Dhamer, el caníbal de Milwaukee, con quien me reuní varias veces en su prisión antes de que lo asesinasen. El también se comía a sus victimas.

MC: También se ha entrevistado varias veces con Charles Manson, tal vez el asesino más famoso del mundo... ¿Cuál es su opinión sobre él?
RR: Efectivamente, me he entrevistado varias veces, y puedo atestiguar que tiene una personalidad psicopática maximizada. Es un hombre muy carismático que se apoderaba de la voluntad de sus seguidores.

MC: ¿Y sobre los otros miembros de la secta de Manson con los que se ha entrevistado?
RR: Me he reunido con algunos adeptos de La Familia, como Tex Wilson, o alguna de las "chicas de la Familia", y no creo que los seguidores de Manson sean necesariamente psicópatas, sino más bien gente que necesitaba un líder, y que, influenciados por la secta, podían llegar a matar. Al igual que hicieron los seguidores de Jim Jones en Guyana, o de David Koresh en Waco.

MC: Durante sus entrevistas con asesinos en serie vivió una anécdota con Ed Kemper ¿no es cierto?
RR: Por un despiste me quedé a solas con Kemper, un asesino de más de dos metros de alto que gustaba de decapitar a sus víctimas, en una sala de la prisión, y el me comentó lo fácil que le resultaría matarme con sus manos allí mismo... Es la única vez que he experimentado miedo. Durante las entrevistas del VICAP es la única vez que he estado en una situación tan comprometida.

MC: Otro de los asesinos "célebres" que entrevistó para el programa VICAP fue David Berkovitz, ¿en su opinión también había una secta satánica tras sus crímenes?
RR: No, estoy seguro de que actuaba solo. Yo creo que intentó justificar sus crímenes con las alusiones al culto satánico. Pero estoy convencido de que nunca actuó por ordenes de una secta diabólica.

MC: En otros casos, sin embargo, si se ha demostrado la existencia de un culto satánico tras una serie de asesinatos, como en el caso de Matamoros y otras sectas homicidas...
RR: Así es. Existen muchos casos de sectas asesinas. Las películas nos han acostumbrado a un mundo mas sofisticado, y los asesinos también necesitan justificaciones a sus crímenes mas sofisticada, y las causas religiosas o esotéricas pueden ser una buena justificación.

MC: Andrei Chikatilo, "La Bestia de Rostov" está considerado el mayor Asesino en Serie de la historia. Si la policía rusa hubiese dispuesto de un VICAP que intentase comprender el perfil psicológico del asesino, ¿no se habrían salvado docenas de vidas?
RR: Sin ninguna duda.Recuerdo que Bukanoski, el jefe de policía que llevaba el caso, se puso en contacto conmigo para pedirme mi opinión, pero muy tarde. Si hubiesen acudido a nosotros antes, tal vez habrían capturado a Chikatilo tras sus primeros crímenes. Yo pude enviarle algunas de mis publicaciones, pero ya era tarde para la mayoría de las víctimas.

Manuel Carballal
Vicepresidente 2º CIAC


Publicada originalmente en Revista Policía nº 143