domingo, 30 de marzo de 2008

Pedofilia: la terapia y el debate legal

El triste desenlace del caso Mari Luz ha abierto el debate sobre la limitaciones legales, jurídicas y médico legales del problema de la pedofilia en la justicia española. Hoy María Sanchez-Monge publica este interesante artículo en El Mundo al respecto:

"La mayoría de los agresores sexuales de menores lo serán durante toda su vida. ¿Esto significa que no se puede hacer nada por ellos? Todo lo contrario: existen multitud de medidas preventivas y de contención que, aunque no cambien sus inclinaciones hacia la infancia, sirven para mantenerles alejados de sus víctimas. La Justicia debe funcionar a la perfección, pero la comunidad médica también tiene mucho que decir. Desde la detección de abusos y la terapia de las secuelas en los afectados, hasta el tratamiento psicoterapéutico de los pedófilos, pasando por la mal denominada "castración química", que en realidad es la inhibición de la hormona masculina relacionada con el deseo sexual, la testosterona.

Para muchos expertos, el mayor escollo es que la legislación española no permita la terapia obligatoria cuando exista la certeza casi absoluta de que los agresores volverán a cometer abusos. Psicoterapia y administración de fármacos para inhibir el deseo sexual constituyen el arsenal terapéutico más eficaz para prevenir las agresiones sexuales.

Los profesionales sanitarios también tienen un papel crucial en el descubrimiento de los abusos. Es preciso tener en cuenta que la pederastia permanece oculta en muchos casos por diversos motivos, como el miedo del niño a denunciar a su agresor o la ausencia de daños físicos fácilmente identificables por el pediatra. Sin embargo, cuando se investiga el número de adultos que padecieron abusos sexuales durante su infancia sale a la luz la verdadera magnitud de estas conductas.

Un trabajo realizado a mediados de los años 90 por Félix López, catedrático de Psicología de la Sexualidad, dibujó la situación en nuestro país. El 18,9% de las personas entrevistadas manifestaron haber sufrido un abuso sexual en algún momento de su infancia (antes de los 17 años). En los hombres el porcentaje fue del 15,2% y en las mujeres del 22,5%.

Algunos estudios señalan que en los últimos años se ha incrementado el número de delitos de este tipo, al tiempo que se ha reducido la edad de las víctimas. Es difícil de saber. No obstante, casos como el de Mari Luz -la pequeña de Huelva recientemente asesinada por un presunto pederasta-, o el de Megan en Estados Unidos - una niña de 7 años violada y asesinada en 1994 por un individuo que ya había sido condenado por dos abusos sexuales a menores- dejan sin argumentos a quienes aún pudieran tener el atrevimiento de minimizar el problema.

Tal y como señala una revisión sobre esta materia publicada el año pasado en la revista 'Mayo Clinic Proceedings' por médicos del Departamento de Psiquiatría del Hospital Johns Hopkins de Baltimore (EEUU), "el pedófilo ha dejado de ser visto como el viejo solitario con gabardina que acosa a los confiados niños en los cines; o como el sacerdote débil que abusa de un monaguillo".

PSICOPATOLOGÍA
La creciente concienciación social de la gravedad de los ataques sexuales a la infancia ha llevado a la ciudadanía a reclamar a las autoridades una mayor firmeza. Muchos profesionales sanitarios coinciden en señalar que a ellos no les competen cuestiones como la reinstauración de la cadena perpetua.

En cambio, la necesidad de aplicar tratamientos médicos es algo unánime. El psicólogo clínico y forense Javier Urra puntualiza que en personas como Santiago del Valle -presunto asesino de Mari Luz- no se debe asociar patología con criminalidad. "Es un desalmado, pedófilo, manipulador, capaz de engañar, de programar, de huir, de buscar coartadas", afirma. Para Vicente Rubio, jefe del Servicio de Psiquiatría de Nuestra Señora de Gracia (Zaragoza), la pederastia, "más que una enfermedad es una forma de ser".

A este respecto, José Antonio García-Andrade, profesor de psiquiatría forense, cree que el escaso índice de curación no tiene que ser un factor disuasorio y el hecho de que sean psicópatas no quiere decir que no deban ser tratados.

Es más, muchos expertos abogan por que la terapia, tanto psicológica como farmacológica, sea obligatoria (las actuales normas españolas no permiten administrar ningún tratamiento sin consentimiento del paciente). Creen que la protección de la infancia es motivo suficiente para cambiar la legislación y mantener bajo control médico a delincuentes con una alta probabilidad de volver a cometer agresiones.

Rubio indica que es muy difícil evaluar el riesgo de reincidencia, pero lo que es seguro es que se produce. Todos los casos que él ha atendido han recaído. Urra también apuesta por cambios normativos porque los agresores en la cárcel "se portan muy bien, pero se niegan a reconocer su problema". Prueba de ello es que aproximadamente entre un 20% y un 40% reinciden en el abuso de menores cuando salen de las instituciones penitenciarias. Pero estas cifras pueden bajar. El psiquiatra forense Luis Borrás aporta datos de un programa catalán que logró reducir del 18% al 5% el índice de repetición de estas conductas cuando los reclusos eran tratados.

¿Cómo se obtuvieron esos resultados? La parte psicológica de la terapia va encaminada a modificar los impulsos. Consta de un componente conductual en el que, entre otras cosas, se busca provocar un impacto en el sujeto a través de la saturación con imágenes. "Es como si a alguien a quien le gusta el marisco se le sirve para cenar todos los días de la semana", precisa Urra a modo de ejemplo. También se persigue un cambio cognitivo, es decir, intentar modificar su pensamiento para que dejen de deshumanizar y ver como un objeto a la víctima. En algunos casos se intenta indagar qué les llevó a desarrollar ese comportamiento.

El otro pilar terapéutico es el farmacológico. Se puede controlar la impulsividad con distintos medicamentos, como los antidepresivos, pero en este terreno la principal herramienta es la supresión de la libido. Eduard Ruiz, director del Servicio de Andrología de la Fundación Puigvert de Barcelona y miembro de la comisión creada por la Generalitat para estudiar medidas de prevención de la reincidencia grave, subraya que esta opción sólo es efectiva como complemento de otras (psicoterapia, vigilancia a través de pulseras con GPS, muestras de ADN que se puedan cotejar si cometen nuevos delitos...).

FÁRMACOS
Los medicamentos que se emplean para este fin inhiben la producción de testosterona en los testículos o bien actúan sobre las zonas cerebrales (hipófisis o hipotálamo) responsables de estimular esa actividad. Son de la misma familia que los que se emplean para tratar el cáncer de próstata, pero con la diferencia de que lo que supone un efecto adverso para los pacientes oncológicos -la supresión del deseo sexual- se transforma en el beneficio principal. Otros síntomas que producen son muy similares a los de la menopausia: cansancio, osteoporosis... Dos de los fármacos que se utilizan con más frecuencia son Procrin (acetato de leuprorelina) y Decapeptyl (triptorelina), que se administran trimestralmente mediante una inyección intramuscular.

Esta terapia logra una disminución de la libido y de las fantasías sexuales. No obstante, tal y como apunta Ruiz, estamos hablando de "agresores sexuales que no se relacionan normalmente". Pueden desplegar otros comportamientos igualmente peligrosos y lesivos para la víctima aunque ya no puedan violar. De ahí la importancia del refuerzo con atención psicológica. Esto también se ha observado cuando se aplica la castración quirúrgica (que en California se convirtió en 1996 en una opción para pederastas reincidentes que querían tener acceso a la libertad condicional). García-Andrade asegura que esta medida tiene efectos muy nocivos en algunos casos, ya que "transfiere la violencia del pene a las manos".

Para Rubio, la eficacia de la supresión hormonal es muy limitada. "En los países en los que se ha puesto en práctica, como Alemania, no ha funcionado". Este experto abunda en que sólo disminuye el deseo sexual genital. Los resultados de un estudio publicado en 2005 en la revista 'Archives of Sexual Behavior' apuntan en este sentido: la psicoterapia cognitivo-conductual reforzada con un inhibidor de la testosterona redujo de forma significativa las fantasías sexuales relacionadas con menores y los impulsos, pero la inclinación pedófila no se modificó tras un año de tratamiento.

Muy pocos profesionales pondrían su mano en el fuego por el comportamiento de un agresor sexual sometido a inhibición hormonal. Ana Moriano, médico general, señala en un interesante trabajo uno de los puntos débiles que presenta la terapia: conviene averiguar "si los individuos tendrán acceso a testosterona exógena", algo que puede dar al traste con todo el plan de prevención de recaídas.

Aunque en ocasiones existirán dudas sobre la probabilidad de que alguien encarcelado por agresión sexual a niños reproduzca esta conducta -en cuyo caso los expertos apuestan, como mínimo, por una vigilancia estricta- habrá otros sujetos en los que quede meridianamente claro, para un psiquiatra o psicólogo, que va a volver a las andadas. Es en estos supuestos en los que se centran las demandas de tratamiento de por vida e, incluso, la reclusión permanente.

INTERNAMIENTO
En España hay en la actualidad 70.000 presos, el 5% de los cuales son agresores sexuales. Muchos de ellos cumplirían los requisitos para ingresar en un psiquiátrico penitenciario, pero en estos momentos sólo hay dos en España, el de Sevilla y el de Alicante. Por eso, diversos profesionales sanitarios han solicitado que se aumente el número y los recursos de estas instituciones.

Rubio expone una de las paradojas a las que puede llevar esta situación: "Un esquizofrénico que entra en la cárcel por un delito menor no recibe tratamiento adecuado, por lo que es fácil que experimente un brote psicótico y sea penalizado por mal comportamiento. En cambio, una persona con delitos sexuales sale antes porque muestra un comportamiento modélico".

García-Andrade también apuesta por recuperar los psiquiátricos penitenciarios, en los que algunos sujetos deberían permanecer de forma indefinida. Esto no requeriría grandes cambios en la legislación, pero Urra va incluso un poco más allá: "A veces el debate está en el lenguaje. Decimos no a la cadena perpetua, pero yo digo sí a la custodia de seguridad -algo que legisló Alemania en su reforma penal de 1998-, que significa que el juez de vigilancia penitenciaria y su equipo de cumplimiento pueden formular la prórroga de la condena de por vida en base a la peligrosidad social". Y el psicólogo concluye lo siguiente: "¿Se debe juzgar reiteradamente por lo que se ha hecho o por lo que los expertos sabemos que más que posible es probable, por no decir seguro, que vuelva a realizar?"

La ley española prohíbe la 'castración química' obligatoria.
De acuerdo con la legislación vigente, en España no se puede administrar a una persona un tratamiento farmacológico sin que haya dado su consentimiento tras ser informado sobre las ventajas y los posibles efectos secundarios de dicha medicación. Por lo tanto, la denominada "castración química" sólo se puede dar a aquellos delincuentes que acepten. La comisión de la Generalitat de Cataluña encargada de evaluar las medidas para evitar la reincidencia de delitos graves, que acaba de presentar sus conclusiones, recomienda "en los casos en los que esté indicado, el uso de tratamientos farmacológicos, incluyendo los de supresión hormonal reversible, siempre que se cumplan las condiciones de aceptación voluntaria y con el consentimiento informado del condenado, y siempre vinculado a otras medidas de tratamiento psicosocial". Pero muchos otros expertos reclaman que en algunos casos sea obligatorio.

El apoyo familiar, clave para que la víctima salga adelante
Las secuelas de las víctimas dependerán, en gran medida, del tipo de abuso, de la duración del mismo y de la persona que lo haya perpetrado. Por esta razón, la terapia psicológica y psiquiátrica ha de ser individualizada. Las agresiones crónicas y de inicio temprano son las que pueden tener los peores efectos sobre el desarrollo de la propia identidad y a menudo provocan depresiones y trastornos de la personalidad. Es muy importante dar a los afectados (en su gran mayoría niñas) el tratamiento más adecuado, pero María José Parellada, psiquiatra de niños y adolescentes del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, recalca que tiene una relevancia mucho mayor de cara a la recuperación de la víctima "cómo reaccionan los padres de forma inmediata". El crío debe contar con el apoyo incondicional de sus progenitores, que validen su historia y hagan que se sienta protegido. La familia tiene que evitar por todos los medios culpabilizar en esos primeros momentos al niño. Evidentemente, los casos en los que el padre sea el agresor y la madre consienta serán mucho más traumáticos.

Una vez garantizada la correcta actitud de los más allegados del menor, lo primero que debe hacer el equipo encargado de atender al chaval es evaluar su personalidad y planificar la terapia. La intervención psicológica será necesaria siempre, y la médica en algunos casos, pero se realiza una valoración psiquiátrica para valorar la existencia de trastornos asociados, como el insomnio o la depresión, que pueden requerir tratamiento farmacológico.

Muchas veces, el enfoque psicológico será de corte introspectivo (que no es lo mismo que psicoanálisis) y consistirá en intentar averiguar qué le pasa al afectado, cómo es su personalidad y cómo reacciona ante lo que le ha ocurrido. Cuando la familia sea válida, es decir, no esté implicada en el abuso y haya reaccionado de forma adecuada ante el problema, también es importante realizar sesiones de psicoterapia con ella. Los resultados a largo plazo de estas intervenciones dependerán mucho, nuevamente, del tipo de abuso. Quienes han sufrido agresiones puntuales o en una edad más tardía suelen llevar una vida normal. En cambio, las secuelas pueden perpetuarse si el ataque ha sido crónico y se ha producido en un momento crítico, justo antes de la adolescencia, cuando aún no se ha conformado la identidad de la persona."

sábado, 15 de marzo de 2008

Pedro Alonso Lopez, "el monstruo de los Andes"


Pedro Alonso López nació en Tolmia, Colombia, en 1949, durante los períodos de "La Violencia”. Éste hombre estaba de hecho en el último lugar de la Tierra donde alguien habría querido nacer. El país fue gobernado por alborotadores y actos inconcebibles de violencia. Los problemas empezaron justo un año antes, en 1948, cuando se asesinó a un político popular Liberal, Jorge Eliecer Gaitan y una guerra civil estalló en el país. La guerra continuaría los próximos 10 años y apoderaría de 200,000 vidas antes de acabar.

El hijo de una prostituta, Pedro era el séptimo de 13 hermanos, nunca tuvo una infancia feliz. Su madre era una mujer dominadora quien controló a sus hijos con puño de hierro. Indiferente a sus obligaciones en el hogar, cualquier pretexto era bueno si le permitía estar en las calles.

Violaciones de los derechos del humano por los guerrilleros, paramilitares y miembros de las fuerzas nacionales eran comunes, el incremento del crimen con respecto al resto de países era cincuenta veces más alto que lo habitual en el mundo.

En 1957 a la edad de 8 años, la madre de Pedro le sorprendió manteniendo relaciones sexuales con su hermana más joven y su peor pesadilla llegó a ser una realidad; se desterró a las calles y juró no volver nunca al hogar de nuevo. Tan yermo como la situación, las cosas rápidamente empezaron a cambiar cuando un hombre más viejo lo recogió apartándole de las calles, le ofreció comida y un lugar donde poder vivir. Pedro no podía creer en su suerte y rápidamente aceptó la oferta con fe ciega. No obstante, era algo demasiado bueno para ser verdadero. En lugar de imaginarse un hogar afelpado con comida y ropa de cama, el hombre le llevó a un edificio abandonado, donde le sodomizó en numerosas ocasiones antes de echarlo fuera hacia las calles de nuevo.

Después de su acontecimiento desafortunado con el hombre viejo, Pedro llegó a ser acosado por extraños. Durmió en las aceras y edificios abandonados y sólo de noche, salía de su escondite en búsqueda de comida en los cubos de la basura y vertederos locales. Había transcurrido casi un año cuando Pedro finalmente obtuvo el suficiente valor para viajar por el país y eventualmente acabó en la ciudad de Bogotá. Después de unos días de mendigar por comida y recoger basura, un residente americano lo amparó. El individuo sintió pena por la apariencia de desnutrición de Pedro y por los ruegos por comida que hacía. El hombre, proporcionó una comida espléndida y le preguntó si deseaba venir a vivir con ellos.

Indiferente de la buena suerte de Pedro, como con todo en su vida, no se lo pensó dos veces. En 1963 a la edad de 12 años, un maestro lo agredió sexualmente durante un día de estudios. Todos los miedos previos de Pedro retornaban y el odio creció dentro de él. El paso siguiente fue robar dinero de la oficina de la escuela y huyó de su hogar.

Pedro volvió al único lugar seguro que conocía, su primer hogar verdadero, las calles de Colombia. La guerra civil ya era una cosa del pasado y la guerra fría se instauró en el país. El gobierno se reorganizaba y fábricas que se habían construido durante la represión, empezaban despacio a volver a abrirse. No obstante, Pedro nunca había conseguido experiencia en ningún trabajo y tuvo sólo una educación mínima. Pasó los siguientes seis años en la mendicidad y comete robos pequeños para sobrevivir.

Por sus propios medios Pedro empezó a robar coches. Tenía poco que perder y un local compraba y pagaba por sus servicios. Era un ladrón de vehículos muy hábil y fue admirado por los aprendices más jóvenes del negocio.

A pesar de sus habilidades en 1969, Pedro, con 18 años de edad fue arrestado por autoridades por robo de vehículos y sentenciado a siete años de prisión. Permaneció en prisión y tan solo dos días después es violado por cuatro presos más viejos. En el siguiente ataque, Pedro se juró a sí mismo que nadie lo tocaría de nuevo. En venganza, construyó un cuchillo con los utensilios de la prisión y dos semanas más tarde cumple su venganza y asesina a cada uno de los cuatro hombres que lo habían violado. Las autoridades juzgaron el caso como defensa propia y no por el cargo de asesinato, simplemente se le agregó un adicional dos años a la condena inicial de Pedro por el robo del vehículo.

Reconoció más de 300 asesinatos en tres paises:Ecuador, Peru y Colombia.
La prisión, combinó con sus penalidades previas, un daño irreparable a la mente de Pedro y pareció haber sido empujado a transformar su mente. Debido al abuso mental que soportó en las manos de su madre durante sus años tempranos había crecido temeroso de las mujeres. La comunicación social con ellas era impracticable, y satisfacía sus deseos con libros pornográficos y revistas. En la mente de Pedro su madre tenía la culpa de todo el sufrimiento de su vida y dolor de su corazón.A su salida de prisión en 1978, Pedro viajó extensamente por todas partes del Perú. Durante este tiempo, que él más tarde reconoció, había empezado a atacar violentamente y asesinar por lo menos 100 muchachas jóvenes de tribus locales por toda la región. La verdad es que es imposible verificar estas denuncias, pero lo que sí se sabe es que fue capturado por un grupo de Ayacuchos, en el norte del Perú, mientras intentaba secuestrar a una muchacha de tan solo 9 años de edad.

Los indios le despojaron de sus ropas, pertenencias y lo torturaron durante varias horas antes de decidir enterrarlo vivo. No obstante, tuvo la suerte de su lado, porque un misionero americano intervino y convenció a sus captores que el asesinato era impío y que deben entregar a Pedro a las autoridades. Ellos consideraron esta posibilidad y entregaron a su prisionero a las autoridades peruanas. Las autoridades judiciales y policiales no quieren perder el tiempo en investigar la denuncia de las pequeñas tribus y el Gobierno peruano deporta a Pedro a Ecuador.


En su retorno a Ecuador, Pedro empezó a viajar alrededor de la región, incluso frecuentemente se detiene en Colombia. Las autoridades pronto empezaron a relacionar un acrecentamiento en casos de personas desaparecidas, mas concretamente a muchachas jóvenes, sin embargo, rápidamente concluyeron que se estaba produciendo debido al crecimiento de la demanda de esclavos sexuales y trata de blancas.

En abril de 1980, una riada inunda Ambato cerca de Ecuador y esto causó que las autoridades tomaran de nuevo al archivo de casos de las personas desaparecidas cuando las aguas rabiosas desenterraron los restos de cuatro niñas. Mientras era difícil por los especialistas determinar las causas de las muertes, concluyeron que las muchachas que habían encontrado, obviamente alguien se había tomado las molestias de esconder sus cuerpos a ojos entrometidos.

Días después de la riada, una mujer de la localidad, Carvina Poveda, se dirigía a realiza sus compras a un supermercado local con su hija Marie, de 12 años de edad, cuando un hombre desconocido intentó raptar a la muchacha. Carvina pidió ayuda para detener al hombre que trataba huir del supermercado con su hija en brazos. Comerciantes locales acudieron rápidamente a prestar su ayuda, capturaron al hombre antes de que pudiera escapar y lo retuvieron hasta la llegada las autoridades.

Pedro se encontraba muy tranquilo cuando la policía llegó a la escena. Cuando regresaron a la comisaría principal con su sospechoso, su primera conclusión fue que tenían a un loco en custodia.
Una vez en la oficina principal de la comisaría, Pedro se negó a cooperar con las autoridades y permaneció en silencio en todas las preguntas del interrogatorio. Los investigadores pronto se dieron cuenta de que tendrían que emplear una estrategia diferente para hacer hablar a su sospechoso. Uno de los funcionarios pronto sugirió que llamaran a un sacerdote, el Padre Córdoba Gudino, que conoció en prisión y mantuvo conversaciones en una celda con Pedro. El diseño de la estrategia de la policía era que el Padre Gudino se ganara la confianza del sospechoso y reconociera sus crímenes.

Al momento, Pedro empezó a hablar, y al día siguiente, ya había revelado actos tan repulsivos de violencia al Padre Gudino, que este no pudo oír ninguno más y pidió que le sacaran de la celda. Las siguientes y breves entrevistas con el Padre Gudino, proporcionaron a los investigadores pruebas contra Pedro acerca de las recientemente evidencias de asesinatos y maltratos. Pedro confesó a los investigadores que había asesinado por lo menos a 110 muchachas en Ecuador, 100 en Colombia, y "muchas más de 100" en Perú.

"A mí me caen bien a las muchachas en Ecuador," dijo, "son más dóciles y más confiadas e inocentes, no son como las muchachas colombianas que sospechan de extraños." En el curso de sus confesiones, Pedro justificó sus crímenes a su dura vida y a una adolescencia difícil y solitaria.
"Perdí mi inocencia a la edad de ocho años" explicó, "así que decidí hacer lo mismo a tantas muchachas jóvenes como pudiera."

Cuando se le preguntó cómo seleccionaba y convencía a sus víctimas para después cometer sus crímenes, Pedro explicó que a menudo buscaba sus blancos con "una mirada segura de inocencia." Siempre buscaba sus víctimas a la luz del día, porque no quería que la oscuridad escondiera sus verdaderas intenciones de matarlas. Cuando se le preguntó que hacia con estas víctimas, Pedro explicó que primero violaba a su víctima, y entonces la estrangulaba mientras miraba fijamente sus ojos. Quería tocar el placer más profundo y de la excitación sexual más profunda antes que su vida se marchitara. Siguió declarando que el horror continuaría aun después de su muerte.

Policía estaba inicialmente escéptica ante las espantosas confesiones, casi increíbles de Pedro, los enlaces con Perú y Colombia eran incapaces de demostrar lo contrario. Como Pedro se dio cuenta de que investigadores dudaron de las pruebas de sus demandas, ofreció llevarlos a varios lugares donde él mismo había enterrado a los cadáveres por todas partes del país. Los investigadores estuvieron de acuerdo y dispuso el diseño de un plan de acción.

Los siguientes días después de su confesión inicial, se requiere a Pedro desde la comisaría principal para que pueda dirigir una caravana policíaca a sus sitios de enterramiento. Las dudas de los investigadores pronto empezaron a desaparecer cuando Pedro los llevó a un apartado área en la vecindad de Ambato, donde descubrieron los cadáveres de 53 muchachas, de edades comprendidas entre ocho y doce años. Durante todo el día Pedro los llevó a 28 nuevos sitios, y en cualquier lugar que realizaban excavaciones no se descubrieron otros cuerpos. Algunos de los investigadores opinaron que animales probablemente esparcieron los restos y las riadas habían “lavado” el terreno.

De regreso a la comisaría, se anotaron más de 57 cuerpos asesinados, de cualquier modo que Pedro repitió la cantidad de 110 como resultado de sus crímenes tal y como se registraron en sus confesiones. El director de asuntos de la prisión, Vencedor Lascano, más tarde explicó: "Si alguien confiesa autor de cientos de asesinatos y se encuentran más de 57 cadáveres, debemos creer lo que dice." Lascano también les dijo ese periodista, "pienso que su estimación de 300 es muy baja."
De cualquier modo, nunca se supo nada más de las declaraciones e investigaciones acerca de estos asesinatos. Lo que sí es conocido es que en 1980, se declaró culpable Pedro Alonso López del delito de múltiple asesinato y fue sentenciado a pasar el resto de su vida en prisión.

"Está parte del perfil," dijo una vez Robert Ressler, investigador criminalista del FBI. "De los asesinos múltiples muy a menudo se deben a obsesiones de algún género relacionadas con sus madres. Una relación de odio, en idioma popular. Estas madres, habitualmente no serán candidatas a madre del año. El hilo común parece ser el elemento sexual, madres que tienen muchos compañeros del sexo y el hijo es sabedor de esto. Por supuesto, los niños de prostitutas son los más probables prototipos si se les expone a este tipo de conducta, agresiva y desentendida por parte de la madre."

Archivodelcrimen.com

sábado, 8 de marzo de 2008

¿Es el uniforme un atenuante para los asesinatos en serie?

El 'Iguano' y 'Steven' fueron dos mandos medios de los paramilitares. El uno ha confesado 2.000 asesinatos y el otro decenas de atroces descuartizamientos. Este es un viaje al corazón de dos asesinos a los que la guerra les dio una razón para matar, la sociedad les permitió seguir y sus instintos les impidieron detenerse.

El oficio de matar
Cuando estaba en el colegio, Jorge Iván Laverde, pensaba que algún día sería músico. Le gustaba tocar guitarra, cantar y animar las fiestas de la vereda. Ahora tiene 31 años, olvidó todos los acordes y confiesa que ha matado a cerca de 2.000 personas. Es el 'Iguano' o 'Pedro Fronteras', un paramilitar temido y odiado en Norte de Santander. Sentado en un patio de la cárcel de Cúcuta, nos cuenta su vida. Sus ojos oscuros e imperturbables son el único rasgo de su cara que refleja frialdad. Sonríe con facilidad, aún cuando habla de la muerte y la destrucción. Un leve temblor de manos delata que tiene miedo de contar todo lo que pasó.
Hace dos décadas jamás hubiera imaginado que este sería el desenlace de su vida. El 'Iguano' nació en una vereda de Turbo, en la región bananera de Antioquia, en un hogar tradicional, de campesinos medios, en medio de 15 hermanos. Como había sido educado bajo normas y valores católicos estrictos, desde joven era muy disciplinado y responsable. Así llegó a terminar con éxito todo su bachillerato. Mientras vivió en el campo, no conoció más estado que el de la guerrilla del EPL. "En donde yo nací nunca vimos un soldado", dice. Su familia solía estar inconforme con las imposiciones de los insurgentes. "Nunca los vimos como los Robin Hood que decían ser". Aun así, los soportaron estoicamente durante largos años. Hasta que los guerrilleros los obligaron a abandonar la tierra y luego mataron a uno de sus hermanos. La familia tuvo que irse para Turbo y empezar una nueva vida. Por necesidad, el 'Iguano' se convirtió en ayudante de camión y luego en conductor. En los caminos de Urabá empezó a escuchar con interés la noticia de que habían llegado a la región los hermanos Fidel y Carlos Castaño Gil. "Se decía que venían grupos de campesinos que se habían rebelado contra la guerrilla". De inmediato se sintió identificado con ellos.
Muy pronto se involucró con las autodefensas. Como camionero resultaba muy útil, primero transportando víveres, y después a las tropas que salían a hacer sus recorridos de muerte. "¿Por qué no? La gente de bien quería a las autodefensas. Decían que con ellas vendría el progreso". La guerra es una opción elegida por las personas cuando las oportunidades de ganar son altas, dice el investigador Mauricio Romero. "Los individuos buscan en la guerra seguridad, riqueza y reconocimiento. Si a eso se le suman aliados poderosos y un Estado fragmentado que no ejerce la coerción, entonces tenemos un panorama como el que hemos vivido con los paramilitares". Esta parece ser, por lo menos en parte, una explicación para el camino que eligió el 'Iguano'.
Empresarios y gobierno local, militares, jueces, comerciantes y hasta sectores de la Iglesia justificaban o apoyaban a los paramilitares. "Hay que reconocerlo, no hubiese sido por la complicidad del Estado, las AUC no hubiesen surgido en el país ".
'Steven'
Por esa época, mediados de los años 90, la vida empezaba a cambiarle a José David Velandia alias 'Steven'. Este hombre de 35 años, de cuerpo macizo y piel morena, pasa sus horas en la cárcel La Picota recontando en su cabeza cada uno de sus crímenes. Mira con desconfianza a todos quienes le rodean y habla apenas lo necesario. Aun así ha confesado la muerte de más de 250 personas, muchos de ellos lanzados al río, descuartizados o enterrados en fosas. A pesar de que creció peleando contra la pobreza y la adversidad, en La Dorada, un cálido municipio de Caldas, enclavado en la Magdalena Medio, donde los paramilitares ya eran amos y señores. En su juventud parecía inclinarse más por la ley y el orden que por el crimen. Desde los 10 años le tocó trabajar para ayudarle a su abuela con el sostenimiento de la casa, ya que sus padres se habían separado. En el colegio se destacó como futbolista en las selecciones de La Dorada y Caldas, y por sus méritos deportivos pudo terminar su bachillerato con una beca. Al terminar sus estudios decidió ingresar a la Policía como suboficial.
Le gustaba el régimen austero de la Fuerza Pública y la estabilidad que la institución le brindaba. Con el tiempo, sintió que ganaba muy poco dinero y en 1996 se retiró para probar suerte como comerciante. Pero fracasó. De repente se vio solo -pues su abuela, que era toda su familia, había muerto- sin dinero, vagando por las calles de La Dorada. En 1997 se animó a trabajar en una campaña política en la que prometieron un empleo que nunca le cumplieron. Trabajó como celador por cortas temporadas hasta que dos años después se encontró casualmente a un viejo compañero del colegio que le hizo la propuesta que le daría un giro a su vida: vincularse a las autodefensas de Ramón Isaza.
De pistoleros a comandantes Al igual que 'Steven', el 'Iguano' no había empuñado un arma, hasta el día que ingresó a la escuela de combatientes de las AUC. Allí 'Doblecero' le dio la primera instrucción militar. Empezaron a gustarle los fusiles. No puede decirse que fuera exactamente el odio o la venganza el sentimiento que ardía dentro de su cuerpo. Era más bien el deseo de "ser alguien importante". Soñaba con ser un comandante paramilitar. Al fin y al cabo, este no era un oficio para esconder sino para exhibir, que daba prestigio y poder. Algo muy atractivo para un muchacho de 17 años. Su obsesión era ascender dentro de la organización y, sobre todo, agradarle a su comandante Carlos Castaño. Lo logró de manera rápida y eficaz. "La primera vez que maté a alguien tuve miedo porque fue en un combate contra las Farc... después se volvió rutina". Combatir a la guerrilla o matar civiles, le era indiferente porque a sus víctimas siempre eran revestidas, en el imaginario, con el ropaje de la insurgencia. Sindicalistas, líderes sociales, personas con convicciones comunistas, taxistas, comerciantes, y todo aquel que pensara diferente o se alejara del proyecto de las autodefensas fueron blanco de sus balas. "La guerrilla no manda a hacer inteligencia a guerrilleros con brazalete. Los infiltra como vendedores o trabajadores", dice.
Con la misma lógica, 'Steven' había empezado su escalada mortal en La Dorada. Nunca olvida al primero de sus muertos: "era una noche del año 2000. Portaba una pistola Pietro-Beretta 7.65. El rolo manejaba la moto y yo iba de parrillero. La orden era matar a un jíbaro. A mí me señalaron al muchacho diciéndome que era ese negrito mechudito de ahí... Le pegué nueve tiros".'Steven' no se preguntaba dos veces sobre si disparar o no. En La Dorada salía a matar gente día de por medio. Casi siempre operaciones de la mal llamada limpieza social. Dice que matar se le volvió una adicción. "Si uno se acostumbra a matar a una persona día de por medio, llega el día que no lo puede hacer y siente un desespero como al que le falta la droga.
¡El desespero! ¡El desespero!".
Tanto el 'Iguano' como 'Steven' justifican sus acciones con un dudoso altruismo. El primero intenta mantenerse en una lógica de contrainsurgencia, el segundo enarbola un concepto del orden que lleva a aniquilar todo aquel que según su lógica "se porte mal". "Durante la guerra se suspende el tabú de matar", dice el profesor de la Universidad de los Andes, Iván Orozco. Y ese "permiso" para matar se basa en ver al supuesto enemigo como alguien que no merece vivir. Pero lo peor estaba por venir. A medida que las instituciones les permitieron seguir adelante, y la sociedad aceptaba en silencio sus crímenes, las talanqueras morales que les quedaban a ambos se rompieron definitivamente. Y lo que vendría sería escalofriante.
Escenas delirantes
"Salí con buena fama de Urabá", dice el 'Iguano'. En 1997 fue enviado al Chocó, donde por primera vez actuó como tercer comandante de un frente. Poco después, gracias a su "buen desempeño" fue trasladado a Norte de Santander como jefe del frente de la frontera. Y es allí donde produjo una verdadera carnicería. "Cada noche entrábamos a los barrios y había dos o tres acciones contra el ELN". Lo que el 'Iguano' llama ELN eran muchachos de barrio, gente civil y desarmada. Es el caso de Venancio Contreras, un humilde trabajador que, armándose de valor, denunció la presencia de los paramilitares ante un batallón del Ejército. El 'Iguano' lo hizo sacar del bus en que viajaba y después de verificar que tenía en el celular el nombre y número del comandante del batallón, le pegó cuatro tiros en el pecho.
"Yo le pedía a Dios que no me dejara cometer errores. De hecho yo pensaba muy bien antes de tomar una acción". El 'Iguano' es un hombre estricto, cuyo mayor esfuerzo era cumplir con su deber. Según dice, le gusta hacer las cosas bien. Por eso ordenó más de 2.000 asesinatos. Su obra incluye cerca de 20 fosas, 15 personas muertas tiradas al río Pamplona, 27 masacres y el asesinato de importantes líderes como el candidato a la gobernación Tirso Vélez, el defensor del Pueblo Iván Villamizar, y el ex alcalde de Cúcuta, Pauselino Camargo. También el haber matado a varios enemigos del alcalde de la ciudad, Ramiro Suárez. Aun así dice: "aquí no se puede decir que vinimos a sembrar terror o que matamos a gente inocente". Niega radicalmente que se hayan cometido descuartizamientos o torturas. Pero las denuncias de las víctimas lo contradicen. ¿Por qué cometieron tantas masacres? "Todo esto se explica con una palabra: guerra. Si no actuábamos, iban a actuar contra nosotros, nos iban a atacar".Para muchos expertos en la guerra, la sevicia nace del miedo. "Con frecuencia, los victimarios sienten que se defienden de otro que representa un peligro. Es el argumento de la guerra justa", dice el antropólogo Alejandro Castillejo. Ese miedo, convertido en pánico y luego en ejercicio del terror, los protege contra la culpa y la expiación. Por eso el 'Iguano' tiene una mirada indulgente de sí mismo: "Nunca abusé del poder. Nunca hice daño". Y se alienta diciendo "si hubiera sido cruel no vendrían todavía a visitarme los arroceros y los camioneros, toda la gente buena de la región".
Con menos influencia que el 'Iguano' pero usando peores métodos, 'Steven' se convirtió en comandante de una parte de Caldas y Tolima. Aunque nunca fue el primero, pues estaba bajo órdenes de otros, sí era el más temido por su frialdad. Ahora, no tiene pudor en contar cómo se iniciaron los descuartizamientos en su región: "Uno es un instrumento de la guerra. Tiene que actuar como le toque y donde le toque. Yo descuarticé a varias personas vivas... Uno cogía de un lado, el otro del otro, y partíamos aquí y partíamos allá y después botábamos los pedazos a la fosa o al río".Estos descuartizamientos solían hacerse para que los miembros del grupo tuvieran agallas. Quien no era capaz de cumplir la orden, se le obligaba. "Yo ponía a uno de esos muchachos que andaban con nosotros, de los que creían que ser paramilitar era andar bien vestido, oliendo a bueno, con una pistola y montándosela a todo el mundo".Los relatos de 'Steven' son estremecedores. La manera como mataron a centenares de personas no tenía nada que ver con matar simplemente. Humillaban primero a sus víctimas. A un homosexual lo torturó durante horas con un palo de escoba en el ano, antes de matarlo. "La persona se traía vendada, amarrada de pies y manos, se le quitaba la venda y lo primero que veía era al pelao con el machete. Por lo general se empieza por la cabeza porque la persona muere cuando le cortan la yugular. Hace gárgaras... sentía la necesidad de terminar ligero porque era incómodo ver a una persona con el suspiro de uff, uff, uff".
Si la ciencia política explica la guerra como una elección de acuerdo con las oportunidades que esta le ofrezca a una persona, la sicología parte de la base de que se requiere una personalidad autoritaria para llegar a matar. Según Neil J. Kressel, en su libro Mass Hate (Odio colectivo), los crímenes pueden ser fruto de la obediencia o de la iniciativa. El 'Iguano' es un ejemplo de un criminal con iniciativa, mientras que 'Steven' explica todos sus crímenes por la obediencia a sus jefes. Jamás tuvo la menor duda al ejecutar una orden. Y nunca dejó de cumplir ninguna. Tenía muy clara su ley: "si mi Dios perdonó al que lo azotó, lo torturó, lo crucificó, ¿por qué no me va a perdonar a mí que soy un pobre mortal?"Sin retorno El 'Iguano' se ve tranquilo. En la cárcel tiene un séquito de presos y guardias a su servicio. Dice tener el sosiego que no tenía tres años atrás cuando cada noche salía a matar. "No había tiempo para dormir, y si lo hacía, lloraba, tenía sueños. Veía que esta guerra, entre más días pasaban, en lugar de acabarse, se acrecentaba más. Pensé en retirarme pero entonces esto hubiera quedado a medias. Hoy en día me siento satisfecho de lo que sucedió. Pero no se puede desconocer que fue una guerra terrible". Matar era su oficio. Y no hubo quien lo parara. En dos ocasiones se escapó de la cárcel. En ambas, con complicidad de funcionarios del Inpec y de la Fiscalía. "¿Cuándo crucé la frontera de la crueldad? Cuando vi que la guerrilla iba a ser derrotada pero no exterminada. Siempre habrá población y siempre iban a surgir de ella nuevos guerrilleros. Era más peligroso parar que seguir".
'Steven', por su parte, se queja constantemente de las condiciones de la cárcel en la que está. "Al lado de guerrilleros, ladrones, y toda clase de gente", replica. Cuando se le pregunta cuál es el valor más importante para él, responde: "La vida". ¿Cómo, si le quitó la vida a tanta gente? "Ese era mi trabajo", dice. Pero aclara que es su propia vida la que más valora. Y todo estaba permitido si se trataba de defenderse. "Si a mí la guerrilla me mataba dos, entonces yo tiraba a matar tres de ellos... Son formas místicas de la guerra", dice.Desde la cárcel de Cúcuta, el 'Iguano' piensa en su familia. "Cuando hablé por primera vez en versión libre mi mamá me llamó y me preguntó: Mijo, ¿usted qué fue lo que hizo?". Él le devuelve la culpa a la sociedad y al Estado. "Quieren saber que somos criminales pero no el camino que nos llevó a tomar estas decisiones. ¡Qué bonito hubiera sido haber nacido en un país sin guerrilla, donde el Estado hubiera cumplido sus obligaciones. Yo le hubiera aportado la música. Lo contrario de la guerra!". En lo recóndito de su espíritu no reconoce sus errores. Más que una expiación, su versión libre es apenas parte de un acuerdo oportunista al que le saca el máximo provecho. "Estoy convencido de que diciendo la verdad todo queda en el pasado".
'Steven' en cambio no logra salir de su propio mundo. A esta hora sólo le preocupa salvar su vida. "¿Usted cree que los familiares de los muertos y los desaparecidos me van a perdonar porque yo les pida que me perdonen?", se pregunta. Y a renglón seguido dice que está en "peligro inminente". Teme por retaliaciones que puedan tomar los dolientes del caso más atroz que mandó a ejecutar: el descuartizamiento de nueve cazadores de El Líbano, Tolima, en 2004, varios de los cuales eran menores de edad, y una mujer que iba en el grupo que fue violada antes de morir. 'Steven' asegura que el trabajo lo iniciaron los militares que los capturaron en un retén y se los entregaron a las autodefensas asegurándoles que eran guerrilleros. El resto fue obra del odio. Que se hable de esto en público lo perturba profundamente. Tiene un hijo de 8 años que lo vio por la televisión cuando rendía versión libre y se puso a llorar. "Me tocó llamarlo y calmarlo, decirle papito, no soy un monstruo... Es que es un golpe muy duro para un niño de 8 años ver al papá como un Frankenstein".
Sin justificación Al final de su libro Eichmann en Jerusalén, la escritora Hannah Arendt -quien fue testigo del juicio contra el criminal de guerra Adolf Eichmann, que terminó con la condena a muerte del bucrócarata nazi-, escribe su propia conclusión sobre por qué, ante la justicia, aun en tiempos de guerra, los crímenes siguen siendo una decisión individual, sin atenuantes morales: "...poco importan las accidentales circunstancias interiores o exteriores que te impulsaron a lo largo del camino a cuyo término te convertirías en un criminal, por cuanto media un abismo entre la realidad de lo que tú hiciste y la potencialidad de lo que otros hubiesen podido hacer (...) Has contado tu historia con palabras indicativas de que fuiste víctima de la mala suerte y nosotros, conocedores de las circunstancias en que te hallaste, estamos dispuestos a reconocer, hasta cierto punto, que si éstas te hubieran sido más favorables muy difícilmente habrías llegado a sentarte ante nosotros o ante cualquier otro tribunal de lo penal. Si aceptamos, a efectos dialécticos, que tan sólo a la mala suerte se debió que llegaras a ser voluntario instrumento de una organización de asesinato masivo, todavía queda el hecho de haber, tú, cumplimentado y, en consecuencia, apoyado activamente, una política de asesinato masivo (...) Esta es la razón, la única razón, por la que has de ser ahorcado".
Informe Especial de EL SEMANAL